¿Cómo se nombra lo que no encaja en una sola definición? Hay trayectorias que se despliegan como fractales: imposibles de encasillar y resumir en un titular de LinkedIn.
No encajar, no poder explicarse, no caber en una etiqueta. Eso, que antes era vivido como un problema, hoy empieza a leerse como un signo de época.
Este malestar -entre la incomprensión y la anticipación- define a los perfiles polímatas del siglo XXI. No son generalistas, ni simples «todo terreno«.
Son integradores: profesionales cuya biografía laboral parece un mapa de archipiélagos dispersos, pero que en realidad es un continente invisible donde las fronteras entre disciplinas se borran.
Algunos perfiles no encajan porque no fueron hechos para repetir funciones, sino para redibujar los mapas. Se mueven con fluidez entre disciplinas, contextos y lenguajes. No tienen un título específico que los contenga, pero sí una habilidad que los distingue: ver antes, conectar mejor, operar con criterio en territorios donde otros se pierden.
¿Qué pasa con quienes no encajan en ninguna categoría?
Hay quienes viven en la tensión entre el «potencial para todo» y la «búsqueda de una casilla». Esa incomodidad no siempre viene de afuera. A veces es interna. La dificultad para explicarse genera agotamiento, frustración, incluso una sensación de déficit. Pero ese vacío frente a la pregunta «¿a qué te dedicas?» no es por falta de identidad. Es por exceso de complejidad no categorizable.
Tanto las mentes como los algoritmos necesitan referencias: clasificar por palabras clave. Y si no pueden etiquetarte, simplemente no saben dónde ubicarte.
Pero ¿y si ese desajuste fuera precisamente el síntoma de un nuevo modelo emergente? ¿Y si no encajar fuera la señal de que el mapa actual ya no alcanza para nombrar a quienes vienen a redibujarlo?
Del experto al integrador: un nuevo modelo para la era de la disrupción
El modelo que dominó buena parte del siglo XX – el del especialista que construye su carrera en un solo dominio, escalando verticalmente – está siendo desplazado por una lógica más fluida y antidisciplinaria.
Hoy, el activo más valioso es el criterio integrador: profesionales capaces de leer la complejidad, cruzar fronteras disciplinares y resolver problemas desde perspectivas no lineales.
Un análisis reciente de McKinsey muestra que los CEO más efectivos de esta década comparten tres rasgos: han rotado por distintas funciones, conservan una curiosidad insaciable y colaboran con equipos diversos en contextos cambiantes. Esa versatilidad y capacidad de adaptación les permite tomar decisiones estratégicas con mayor impacto, fortalecer vínculos con stakeholders y potenciar los resultados financieros de la organización.
Deloitte lo confirma: las empresas que rompen con los silos funcionales y fomentan habilidades múltiples tienen un rendimiento superior a aquellas que se aferran a estructuras tradicionales. De acuerdo con Deloitte, el 83% de las organizaciones digitalmente maduras ya implementan equipos multifuncionales, lo que les permite acceder a una mayor diversidad de perspectivas, habilidades y soluciones innovadoras. Esta práctica no solo mejora la productividad, sino que también fortalece la cultura colaborativa y la retención de talento.
Gartner lo llama el «versatilista», una figura profesional que podríamos describir como híbrida o multipotencial. No es un generalista liviano, sino un solucionador integrador, que aprende en movimiento y expande sus competencias según las necesidades del entorno. Gartner predijo que, ya para 2021, el 40% del personal de IT estaría compuesto por versatilistas: profesionales capaces de desempeñar múltiples roles, la mayoría de ellos con un enfoque más orientado al negocio que a la tecnología. Esta figura híbrida es clave para liderar la transformación digital desde una perspectiva humana y estratégica.
Desde mi práctica como estratega fraccional en Ollesch Agency, acompaño a empresas y proyectos que necesitan pensar distinto en momentos clave. Y lo que más escucho no es «necesitamos a alguien que sepa de esto», sino «necesitamos a alguien que entienda lo que nos está pasando».
Según un estudio reciente realizado por HIT, Von Der Heide y Trendsity, seis de cada diez empresas en América Latina terminan contratando a un candidato que no es el ideal. El informe revela que el principal obstáculo no es la falta de talento, sino la dificultad para definir correctamente los perfiles buscados. De hecho, el 41% de los encuestados señaló que el mayor problema está en la definición del perfil, más que en la escasez de personas capacitadas.
El dilema: ¿Y si la IA es ese polímata?
La irrupción de la inteligencia artificial tensiona aún más este modelo. ¿Qué lugar queda para los humanos si la IA ya integra, conecta y ejecuta con una velocidad que ningún profesional puede igualar?
Lo que distingue al polímata no es solo su capacidad de integración, sino su biografía. Su criterio está construido en campo, no en datasets. Tiene la arquitectura mental para aprender en la diversidad, incluso mientras navega. Puede interpretar, decidir y redireccionar en contextos reales, donde la sensibilidad y la presencia lúcida importan tanto como la información.
La IA puede mezclar saberes. Pero no los habita.
Ahí está el diferencial humano: no en la acumulación, sino en la encarnación. No en saber mucho, sino en saber cuándo retirarse, cuándo intervenir, cuándo transformar.
Cambiar el modelo mental: por qué el futuro necesita perfiles polímatas
El perfil versátil no es una moda. Es una arquitectura cognitiva. Alguien que puede alternar roles, adaptar perspectivas, traducir contextos y aportar profundidad en más de un frente. No toca cada instrumento, pero los escucha todos. Tiene visión de sistema, sensibilidad relacional y timing. Como un director de orquesta: no necesita ser el centro, pero sin él, nada suena en armonía.
Este tipo de profesional es el que, por ejemplo, puede intervenir como fractional CMO no solo para ejecutar campañas, sino para alinear marketing con estrategia comercial, experiencia de cliente, tecnología y cultura organizacional. Tender a la polimatía no es un lujo intelectual. Es una necesidad práctica.
Incluso sin estar dentro de la organización, el impacto es profundo. No dejan dependencia, dejan posibilidad.
Polímatas: Criterio en campo, mirada transversal y arquitectura cognitiva para navegar la complejidad.
Como señala Alejandro Piscitelli, filósofo argentino y autor del libro «Polímatas: el perfil antidisciplinario del trabajador del futuro», lo que se necesita hoy son personas que hayan cruzado fronteras, investigado permanentemente, ampliado sus márgenes y sus perspectivas.
El mercado ya no busca piezas intercambiables, sino mentes que puedan rediseñar el tablero mientras juegan.
El valor que no entra en una etiqueta
Reducir a un perfil polímata a una sola etiqueta no solo lo recorta. Lo desintegra. Porque su valor está justamente en la interacción de capas: pensamiento estratégico, capacidad de ejecución y sensibilidad lúcida hacia lo humano.
Muchas veces, lo que parece falta de foco es, en realidad, falta de lenguaje disponible. Como si el sistema todavía no hubiera inventado la categoría para ese tipo de valor.
Pero el futuro ya empezó a necesitarlo.
Por fin, los que no encajábamos en ninguna casilla estamos encontrando nuestro lugar. No porque el sistema haya cambiado, sino porque el futuro empezó a necesitar lo que antes no sabía nombrar.
Como Van Gogh, que pintaba para ojos que aún no habían nacido, los perfiles polímatas se mueven – en palabras de Nassim Taleb – «como griegos entre romanos»: operan desde un valor que el presente no siempre puede reconocer, pero que el porvenir va a necesitar desesperadamente.
Medio: IProUP . Leé la columna original El perfil que las empresas no saben cómo nombrar, pero que ya necesitan
Fecha: Junio 2025